Por primera vez, se unieron federaciones catalanas y aragonesas en este evento. Al buen hacer de unos se le sumaría la ilusión de los nuevos. De entrada, los 700 inscritos hacían presagiar lo mejor, aunque con ciertas reservas.
Como tenía unos días, hice de avanzadilla, y el jueves a última hora aterrizaba en Ainsa donde me acogieron Hilario, Amparo y sus colegas. Utilicé la estrategia de la garrapata, así que me enganché a ellos y me dejé llevar hasta el mismísimo Gallinés Inferior, un barranco majo, con una imponente vertical de “nosecuantos” metros. Engañao como un chino, me puse mi traje de surf pensando en que apenas tocaríamos el agua… hasta que la cabecera, con su caudal constante me hizo presagiar lo peor. Es lo malo de ser garrapata, que uno no se mira las reseñas… Sin embargo, el calor estival de estos días consiguió convertir el error en acierto, disfrutando del descenso y padeciendo el agua en contadas ocasiones. Agradecer desde aquí su grata acogida temporal.
Por la tarde, formalización de inscripciones, primeras charlas, bungalows, exposición fotográfica, aperitivo de apertura, charlas, expositores… arrancaba la maquinaria.
Sobre las 21h, proyectábamos el audiovisual de la Cascada de Gavarnie. Para nuestras sorpresa, teníamos como espectador de excepción a unos de los aperturistas de los años 90 y que tras conversar con él nos contó que en sus años bajó la cascada unas 10 veces, y que una de las vías estaba ubicada cerca de la nuestra, en un diedro del margen izquierdo.
Tras la proyección, cena en los bungalows y amena charla regada de pacharán. El encuentro empezaba mejor que nunca.
Sábado 13 de junio
El Grupo A se decide a descender el Literola Inferior. Yo no tengo muy claro donde ir, pero finalmente las aguas me atrapan como los cantos de sirena a Ulises. Al llegar al parquing nos encontramos con una pareja que va a descender el barranco. Nosotros, tras cambiarnos, decidimos seguir sus pasos. Tras pasarnos el puente en la aproximación, y dadas las características del grupo y la gran cantidad de agua del barranco, decidimos entrar aguas arriba para darle un tanteo. Finalmente llegamos al puente de madera, donde Jero tuvo oportunidad de compartir unas palabras con la pareja, la cual parece ser que conoce bastante el barranco. Continuamos adelante.
Las instalaciones se encuentran bien ubicadas, ya que pese al caudal, se puede rapelar sin problemas. Sin embargo, el acceso a ellas es complejo y nos obliga a asegurar el acceso a las mismas continuamente. Llegamos a un punto donde no encontramos la reunión. Miramos a derecha e izquierda sin encontrar nada, hasta que en una losa veo brillar algo en el agua. Al fijarme mejor descubro los anclajes, los cuales se encuentran cuatro dedos sumergidas en el agua y camufladas por la espuma. Aprovechando un tronco cruzado, me aseguro desde él hasta llegar a los anclajes. Desde allí me asomo para ver el panorama. Aunque la recepción es segura, la marmita no tiene buena solución. Por la derecha, bordea la roca una fuerte corriente que en segundos te llevaría al borde de la cascada. Por la izquierda, un problema parecido, al que hay que añadirle un cruce de vena. Es únicamente problema del primero, ya que salvada la dificultad, el paso de los demás podría salvarse con un guiado. Pero optamos por salvar la vertical buscando un acceso lateral, desde la pinada. Ello nos obliga a una trepada por el bosque y una posterior destrepada no exenta de peligro, pues las piedras y el sustrato suelto, amenazan con alcanzar al compañero que nos precede. Montamos una instalación que nos deja finalmente en una zona segura del cauce. Desde aquí ya podemos divisar la carretera. Hay gente con chalecos reflectantes… no le doy mas importancia. Cuando sólo quedan dos, comprobamos que falta un compañero. Tras dar un rodeo y pegar cuatro gritos, no damos con él, así que termino de guiar el descenso de los que faltan y subo en su búsqueda. Tras alcanzar lo alto de la loma, y cansado de soplar por el silbato, por fin doy con el niño perdido. Dado que en este punto estamos tan cerca del cauce como de la carretera, optamos por bajar hacia el asfalto como podemos. Desde allí avisaremos de que estamos bien, pues hay contacto visual. Tras alcanzar el puente, nos quedamos sorprendidos, pues hay una ambulancia, dos coches de la guardia civil y una patrulla forestal. Al preguntar me comentan que el Greim está rescatando a una persona que está atrapada en los rápeles finales. Una chica ha dado aviso al equipo de rescate.
A partir de aquí, y sin saber que es exactamente lo que ha pasado, doy indicaciones a mis compañeros para que salgan del cauce.
“El agua, la misma que cae salvaje por las montañas y espumea entre las rocas con sed de conquista, hoy se torna salada en la mirada, y cae lentamente, suavemente, infinita…
Pocas veces se ha estado tan cerca de llorar de alegría como de sollozar de tristeza. Quizás por eso no llegamos a entender que es lo que ha pasado, ni qué es lo que ha fallado. Me persigue una sensación extraña, como de que esto no debía haber ocurrido, de que el destino se ha equivocado al marcar las fechas del calendario.
No conocía a ninguno de los dos. De Jesús, llegué a conocer a sus amigos cercanos, inmejorables compañeros de batalla. Gente transparente, sensata, amigable y competente. Nadie mejor que ellos para disfrutar del entorno que ofrecen nuestros cañones. Verdaderos barranquistas, humildes en su concepción de la vida. Ahora puedo imaginarme quien eras, y lo que han perdido.
De Alex, por caprichos del destino, me crucé con él aquel día. No hablamos, no nos miramos. Pero cuando pasaron junto a nosotros con paso firme y tranquilo, tuve la sensación de que aquel hombre de cincuenta y tantos podría enseñarme más cosas de las que pudiera imaginar. Esa decisión con la que se acercó a aquel barranco endiablado lo dijo todo de él. Ahora que ya se quien eras, me hubiera gustado estrecharte la mano y compartir juntos las espumas de tu Literola…
Algún día bajaré de nuevo los barrancos que se llevaron sus almas. De Ordesa a Benasque, de Murcia a Barcelona. Después jamás los volveré a descender, de la misma manera que jamás los llegaré a conocer. Para no olvidar jamás quienes somos, que pasó y que hemos perdido. Porque me veo tanto en ellos, que no puedo evitar pensar que aquel día, todos nuestros nombres estaban en las caprichosas manos del destino.
Por sus almas, que a buen seguro, corren bravas y espumosas allá donde estén.”