Dadas las fechas en las que estamos, donde la nieve tiene un indiscutible papel protagonista, decidí aventurarme con el Rey Jorge a realizar la ascensión al Balaitus por la normal de invierno. La ruta en principio parecía muy interesante. Comenzaba en unos lagos, continuaba por un glaciar y terminaba en un corredor que nos llevaría hasta arañar las nubes, a 3.144 metros.
Desde España, salimos a las 7.30 am. Cruzamos el Portalet y a la altura de Laruns, un cartel que ponía “Coll d`oubisque, ouvert” nos despistó y nos hizo perder una hora (la carretera esta abierta hasta el collado, pero a partir de ahí está cerrada). Nos toca bajar hasta Lourdes (quizás eso lo agradeceríamos más tarde) y subir por Argelés.
Finalmente, a las 16h llegamos a Arrens y alcanzábamos la valla de entrada. Comemos unos bocatas y preparamos las mochilas para partir. Pero algo falla…
Desde España, salimos a las 7.30 am. Cruzamos el Portalet y a la altura de Laruns, un cartel que ponía “Coll d`oubisque, ouvert” nos despistó y nos hizo perder una hora (la carretera esta abierta hasta el collado, pero a partir de ahí está cerrada). Nos toca bajar hasta Lourdes (quizás eso lo agradeceríamos más tarde) y subir por Argelés.
Finalmente, a las 16h llegamos a Arrens y alcanzábamos la valla de entrada. Comemos unos bocatas y preparamos las mochilas para partir. Pero algo falla…
El altímetro marca 1.100 metros y el GPS nos indica una posición fuera del mapa. Se suponía que la cota de partida debía estar a unos 1.500 y que nuestra posición era la del último parquing que salía en el mapa. No entendemos nada, hasta que una señal de circulación prohibida entre el 15-11 y 30-04 nos saca de dudas.
Resignados, comenzamos a caminar por la dura e interminable pista asfaltada (casi 6 km extra). A la llegada al que debía ser el parking de salida, paramos a descansar. Tras colocarnos las polainas, continuamos ahora sí, entre el bosque siguiendo la senda bien marcada que se inicia tras cruzar un puente de madera. Alcanzamos el “Lac de Suyen” a 1.536 metros. Se encuentra casi en su totalidad, cubierto por una costra helada. Al fondo continua el valle y se divisa la senda que discurre con traza rectilínea por la izquierda.
Por el camino nos cruzamos con restos de avalanchas que provienen desde unas laderas ya purgadas. No parece que deba preocuparnos.
Son las 19.30h y encendemos las frontales. Vamos siguiendo unas huellas que nos marcan el camino cuando la senda se pierde entre los llanos. Es completamente de noche y ya no podemos guiarnos por la orientación del valle. El GPS nos marca un puente a la derecha que hay que cruzar para continuar por una vaguada de pendiente pronunciada ya en busca del refugio de Ledomeur. El viento ha comenzado a arreciar y las huellas que seguíamos se han difuminado. Al alcanzar la cota del refugio, aparece una luz a nuestra derecha y que como si fuera un faro, nos guía de forma providencial hacia el refugio, el cual se encuentra tras un mogote escondido entre la oscuridad. Se trata de un grupo de esquiadores franceses con los que vamos a compartir la estancia.
Inmediatamente, comenzamos a fundir nieve para la cena, la jornada de mañana y el desayuno. Son casi las nueve de la noche y estamos bastante cansados. Lo que se suponía que iba a ser una jornada relajada de un par de horas de caminata y un desnivel de 300-400 metros, ha terminado por convertirse en una travesía de 4 horas y 800 metros.
Tras cenar, Jorge se acuesta. Yo me quedo un rato más fundiendo algo más de nieve.
Con la pala aprovecho para metela en el refugio. Una vez fundida se convierte en algo más que un vaso de agua.
El refugio es bastante acogedor. Es un casetón de unos 40 metros cuadrados, con una pequeña chimenea y preparado con luz electrica (no la encendimos porque los franceses iban con frontales, pero tenía pinta de funcionar). Una hilera de colchones conforman las 12 (cariñosas) plazas del refugio. Arriba, unos alambres permiten colgar la ropa mojada. La puerta permite sellar la entrada y aislarnos del aire que sopla cada vez con más ganas.
Son las 22h y dormimos.
A las 5 nos levantamos. Desayunamos y a las 6 salimos del refugio, con los ARVA’s conectados. El viento ya no sopla con tanta fuerza y no hace frío. Alguna ráfaga escupe nieve que se acumula sobre las huellas del día anterior. No ha habido rehielo durante la noche, así que andamos sobre el terreno abriendo huella. Llevamos apenas 20 minutos y nos dirigimos hacia lo alto de una campa, en busca ya del glaciar Neous. Para llegar a ella, vamos cruzando una ladera. Es de noche, así que no sabemos muy bien qué hay por arriba y por abajo. Vamos siguiendo puntos de anclaje como rocas y arbolitos para cruzar en diagonal a lo alto de la pala. De repente se escucha un sonido …. “croff”... nos detenemos. Jorge y yo nos miramos un segundo. Le digo que se mantenga a 15 metros de mi. Continúo avanzando con más cuidado. Se que lo que tenemos bajo los pies es una placa de viento. Por el camino de nuevo … “croff”... segundo aviso. Es un ruido sordo, acompañado de una leve vibración de todo el terreno. Seguimos, hasta que me encuentro con una fisura sobre la costra de nieve que cruza perpendicular a nuestro avance. Tomo aire, doy una paso más y… pasa lo inevitable. La placa pierde anclaje y comienza a desplazarse ladera abajo. El suelo se mueve bajo mis pies. Comienzo a correr por un lateral en busca de la roca donde está Jorge animándome “vamos, corre, vamos!!!”. Sólo le faltaban los pompones...Tras 100 metros lisos alpinos, alcanzo el punto de anclaje. Jorge y yo nos quedamos mirando la ladera, viendo como la nieve se desplaza entre la oscuridad y sin saber si la cosa va a ir a más. Finalmente, se detiene y todo queda en un susto. Pero es suficiente. Son las 6 de la mañana (la mejor hora), a apenas 2.000 metros y sabemos que van a haber placas de viento más arriba, donde la orientación es similar.
Resignados, comenzamos a caminar por la dura e interminable pista asfaltada (casi 6 km extra). A la llegada al que debía ser el parking de salida, paramos a descansar. Tras colocarnos las polainas, continuamos ahora sí, entre el bosque siguiendo la senda bien marcada que se inicia tras cruzar un puente de madera. Alcanzamos el “Lac de Suyen” a 1.536 metros. Se encuentra casi en su totalidad, cubierto por una costra helada. Al fondo continua el valle y se divisa la senda que discurre con traza rectilínea por la izquierda.
Por el camino nos cruzamos con restos de avalanchas que provienen desde unas laderas ya purgadas. No parece que deba preocuparnos.
Son las 19.30h y encendemos las frontales. Vamos siguiendo unas huellas que nos marcan el camino cuando la senda se pierde entre los llanos. Es completamente de noche y ya no podemos guiarnos por la orientación del valle. El GPS nos marca un puente a la derecha que hay que cruzar para continuar por una vaguada de pendiente pronunciada ya en busca del refugio de Ledomeur. El viento ha comenzado a arreciar y las huellas que seguíamos se han difuminado. Al alcanzar la cota del refugio, aparece una luz a nuestra derecha y que como si fuera un faro, nos guía de forma providencial hacia el refugio, el cual se encuentra tras un mogote escondido entre la oscuridad. Se trata de un grupo de esquiadores franceses con los que vamos a compartir la estancia.
Inmediatamente, comenzamos a fundir nieve para la cena, la jornada de mañana y el desayuno. Son casi las nueve de la noche y estamos bastante cansados. Lo que se suponía que iba a ser una jornada relajada de un par de horas de caminata y un desnivel de 300-400 metros, ha terminado por convertirse en una travesía de 4 horas y 800 metros.
Tras cenar, Jorge se acuesta. Yo me quedo un rato más fundiendo algo más de nieve.
Con la pala aprovecho para metela en el refugio. Una vez fundida se convierte en algo más que un vaso de agua.
El refugio es bastante acogedor. Es un casetón de unos 40 metros cuadrados, con una pequeña chimenea y preparado con luz electrica (no la encendimos porque los franceses iban con frontales, pero tenía pinta de funcionar). Una hilera de colchones conforman las 12 (cariñosas) plazas del refugio. Arriba, unos alambres permiten colgar la ropa mojada. La puerta permite sellar la entrada y aislarnos del aire que sopla cada vez con más ganas.
Son las 22h y dormimos.
A las 5 nos levantamos. Desayunamos y a las 6 salimos del refugio, con los ARVA’s conectados. El viento ya no sopla con tanta fuerza y no hace frío. Alguna ráfaga escupe nieve que se acumula sobre las huellas del día anterior. No ha habido rehielo durante la noche, así que andamos sobre el terreno abriendo huella. Llevamos apenas 20 minutos y nos dirigimos hacia lo alto de una campa, en busca ya del glaciar Neous. Para llegar a ella, vamos cruzando una ladera. Es de noche, así que no sabemos muy bien qué hay por arriba y por abajo. Vamos siguiendo puntos de anclaje como rocas y arbolitos para cruzar en diagonal a lo alto de la pala. De repente se escucha un sonido …. “croff”... nos detenemos. Jorge y yo nos miramos un segundo. Le digo que se mantenga a 15 metros de mi. Continúo avanzando con más cuidado. Se que lo que tenemos bajo los pies es una placa de viento. Por el camino de nuevo … “croff”... segundo aviso. Es un ruido sordo, acompañado de una leve vibración de todo el terreno. Seguimos, hasta que me encuentro con una fisura sobre la costra de nieve que cruza perpendicular a nuestro avance. Tomo aire, doy una paso más y… pasa lo inevitable. La placa pierde anclaje y comienza a desplazarse ladera abajo. El suelo se mueve bajo mis pies. Comienzo a correr por un lateral en busca de la roca donde está Jorge animándome “vamos, corre, vamos!!!”. Sólo le faltaban los pompones...Tras 100 metros lisos alpinos, alcanzo el punto de anclaje. Jorge y yo nos quedamos mirando la ladera, viendo como la nieve se desplaza entre la oscuridad y sin saber si la cosa va a ir a más. Finalmente, se detiene y todo queda en un susto. Pero es suficiente. Son las 6 de la mañana (la mejor hora), a apenas 2.000 metros y sabemos que van a haber placas de viento más arriba, donde la orientación es similar.
Más adelante no nos espera nada mejor, así que decidimos abortar y dar media vuelta. De retorno hacia el refugio, amanece. Los esquiadores todavía duermen. Les avisamos de cómo está la cosa, y les indicamos la zona donde nos hemos dado el susto. Ellos mismos que decidan si quieren continuar. Nosotros recogemos el material y tras darles el agua que nos sobra, regresamos poco a poco hacia los coches.
El Lago de Suyen ya no tiene hielo, lo que confirma que el terreno está en transición.
Nos vamos con los bolsillos vacíos, pero con la concienza tranquila, pues lo que no puede ser, no debe de ser.
Nos vamos con los bolsillos vacíos, pero con la concienza tranquila, pues lo que no puede ser, no debe de ser.
2 comentarios:
bufffff me muero d miedooooo!!!!a la proxima chicoss!!!!!
Menos mal que todo quedo en un susto. Nada, de todo se aprende, de vivirlo y de leerlo.
Yo que de naturaleza ya soy prudente (vulgarmente llamado "cagao") solo me faltan estos relatos.
Publicar un comentario