Como todos los años, septiembre es el mes elegido para
llevar a cabo la campaña de barrancos del Tracalet. Para este año la zona
elegida fue la Sierra de Castril. En esta ocasión el grupo estuvo formado por
Loli, Andrés, Diego, Jordi, Mar, Jose Ángel, Toni, Lucía, Jose Luis, Arturo,
Salva, Carlos Capitán y Roberto.
Después de la gran ola de calor que habíamos pasado unos
días antes y con la información que teníamos de que el barranco de la Bolera
estaba seco, a muchos nos asaltaron las dudas sobre la zona elegida para la
campaña de este año.
Allí pudimos comprobar que los barrancos son preciosos y muy
recomendables. Con respecto al calor, al ser un clima más seco que el que
tenemos en Valencia, se llevaba bastante bien. Así que una vez terminada la
campaña, podemos decir que la zona estuvo genial.
Viernes 9 de septiembre
Para el primer día se habían planificado dos barrancos, el
Seco y el del Buitre.
Salimos por la mañana hacia el río Castril. Allí recorremos
sus pistas de tierra hacia el barranco Seco y comprobamos que se puede hacer
combinación de vehículos. Al hacer esta combinación la aproximación nos cuesta
aproximadamente una hora, casi la mitad de lo que indicaban las reseñas. Un
buen tramo de la aproximación es sin senda definida, pero a mitad de subida se
encuentra una senda marcada con hitos. Continuamos subiendo, siguiendo los
hitos hasta las ruinas de un cortijo con una era.
Desde aquí ya sólo queda bajar al cauce, por el que caminamos hasta llegar al primer rápel.
Desde aquí ya sólo queda bajar al cauce, por el que caminamos hasta llegar al primer rápel.
Se decidió que este barranco lo instalaría la gente con
menos experiencia, así que se estuvo explicando las posibilidades que tenía
cada rápel.
Su descenso nos costó unas tres horas y está compuesto por doce rápeles, siendo el más largo de 25 metros. Durante el barranco se van alternando tramos encajados y muy formados con otros más abiertos, pero también interesantes.
Al terminar aprovechamos para comer y para decidir qué haremos a continuación.
Después de hablarlo un poco, llegamos a la conclusión de que
vamos a hacer la Cerrada de Lezar, parte inferior del barranco del Buitre.
Para la Cerrada de Lezar hay que dejar los coches en el
cortijo del mismo nombre. El acceso es casi inmediato y ya en el cauce con un
rápel de unos 5 metros se accede a la cerrada.
Este barranco está todo muy encajado y formado. Las paredes
son de caliza blanca, altas y muy pulidas, recordando al Barranc de l' Infern
en Alicante.
Este descenso consta de 6 rápeles, el más alto de 25 metros.
Es seco aunque en la base del último rápel hay una gran surgencia. Al hacer
este último rápel es imposible no mojarse, llegando el agua hasta el pecho,
aunque al salir de la badina se observa una instalación que puede servir para
realizar un guiado, de todas formas nos mojaremos hasta las rodillas.
Hacer este barranco nos costó más o menos hora y media, a lo
que hay que sumarle 15 minutos de retorno
Es precioso y altamente recomendable.
Después de un día intenso de barrancos, nos vamos a la Gran
Casa que teníamos alquilada para preparar la gran cena que nos espera, una gran
“torrà” que no pudo salir mejor.
Pasamos una noche estupenda tanto por la cena como por la
compañía, aunque por supuesto también ayudó el pacharán y una sangría muy rica.
Sábado 10 de septiembre
La Bolera fue el barranco elegido para el segundo día de la
campaña.
Hicimos la combinación de coches y seguidamente fuimos al
lío.
Se entra por la pared del embalse.
Hay unas escaleras que te dejan en el cauce.
El barranco estaba seco y no corría el agua, pero aun así mantenía algunas pozas, por lo que la mayoría cogimos el peto del neopreno o neoprenos cortos.
Hay unas escaleras que te dejan en el cauce.
El barranco estaba seco y no corría el agua, pero aun así mantenía algunas pozas, por lo que la mayoría cogimos el peto del neopreno o neoprenos cortos.
La primera poza la encontramos muy cerca del inicio, más o
menos debajo del puente de la carretera, se accede a ella por medio de un
rápel.
Antes de bajar nos ponemos los neoprenos, ya que hay que mojarse sí o sí.
Continuamos y pronto damos con un largo pasillo, en el que unas preciosas chorreras caen por el lado derecho del cauce, quizá el rincón más bonito del barranco.
Pasando las chorreras damos con una serie de pozas con el agua muy
limpia, son bastante largas así que tenemos que nadar un buen rato.
Se termina el trozo en que nadamos para encontrar un tramo abierto, con pozas de agua sucia y estancada que rodeamos por el lado derecho.
De ahí al final ya prácticamente no encontramos agua.
Antes de bajar nos ponemos los neoprenos, ya que hay que mojarse sí o sí.
Continuamos y pronto damos con un largo pasillo, en el que unas preciosas chorreras caen por el lado derecho del cauce, quizá el rincón más bonito del barranco.
@Diego Caballero |
@Diego Caballero |
@Diego Caballero |
@Diego Caballero |
Se termina el trozo en que nadamos para encontrar un tramo abierto, con pozas de agua sucia y estancada que rodeamos por el lado derecho.
De ahí al final ya prácticamente no encontramos agua.
El barranco se vuelve a estrechar y deja ver en la roca
multitud de formaciones creadas por el agua.
Continuamos avanzando por el
barranco hasta que se abre completamente. En este punto cogemos una de las
sendas que sale por el lado derecho, en unos 15 minutos llegamos a una pista.
En esta pista avanzamos hacia la izquierda y en unos 5 ó 10 minutos llagamos al
coche.
Después del barranco de la Bolera algunos nos quedamos con
ganas de más, así que decidimos ir a bajar los dos últimos rápeles del barranco
de la Magdalena.
Este barranco se encuentra en el Valle del río Castril y está en la misma vertiente donde estaban los
realizados el viernes.
Accedemos con el coche por una pista indicada como Cerrada
de la Magdalena, la seguiremos hasta el final y aparcaremos cerca de unas
casas. Retrocederemos un poco por la pista para subir por una clara senda, que
en unos 10 minutos nos deja en la surgencia del final del barranco.
Desde aquí nos toca trepar hasta una cornisa equipada con
pasamanos y en unos diez minutos más nos metemos en el cauce.
El primero de los dos rápeles, de unos 24 metros, nos deja
en una marmita residual, donde pudimos comprobar la gran agilidad de la gente
de Tracalet, ya que haciendo un péndulo todos logramos evitar meternos en el
agua.
Después del segundo rápel, de 18 metros, ya sólo nos queda
volver por la misma senda de antes hasta los coches.
Como no podía ser menos, esta noche también íbamos a
pegarnos una buena cena.
Se hicieron dos paellas, una por Carlos Capitán y otra por
Arturo. Las paellas estuvieron riquísimas y la noche fue genial.
Domingo 11 de septiembre
Para el último día nos esperaba el barranco de Túnez.
Por última vez volvimos al Valle del Castril. Recorrimos en
coche la pista de tierra principal hasta llegar al cortijo del Nacimiento,
donde ésta se acaba. Allí aparcamos junto a una gran tubería, desde donde se
puede ver la gran grieta que forma la parte final del barranco.
Para la aproximación hay dos opciones, una más corta que
sube por una empinada pedrera o ir siempre por el sendero del Cerro de la
Empanada, nosotros elegimos el sendero. Aunque seguramente más suave que subir
por la pedrera, el sendero también es algo duro, pues es casi todo en subida.
Después de una hora y cuarto llegamos por fin al cauce, por el que avanzamos durante una media hora hasta llegar al primer rápel.
Después de una hora y cuarto llegamos por fin al cauce, por el que avanzamos durante una media hora hasta llegar al primer rápel.
Al principio el cauce es abierto y se pueden ver grandes
pedreras a ambos lados, por las que se podría intentar escapar en caso de
necesidad.
Más o menos a mitad del barranco encontramos un rápel que
nos deja dentro de una poza con agua, menos mal que no cubría apenas.
Continuamos por el barranco hasta una zona en que ya se
estrecha. Aquí las paredes son de una caliza blanca muy pulida y con unas
formas muy bonitas.
Por fin llegamos a la grieta que se ve desde el parquin. Se
trata de una serie de rápeles con repisas bastante grandes, en las que caben
varias personas.
El rápel más alto de todo el barranco es el último, con unos 30 metros de altura.
Mientras hacíamos cola para bajar este rápel, empezamos a oír unos gritos de los compañeros que teníamos abajo. Arriba no sabíamos qué pasaba y empezamos a imaginar que el agua que había al final del rápel era mucha más de la que nos esperábamos. Pensábamos que los gritos venían de lo fría que estaba el agua, ya que no íbamos preparados para mojarnos. Cuando por fin nos iba tocando rapelar, veíamos como el agua no cubría ni por la rodilla. Por fin sabíamos lo que pasaba.
Como si fueran zombis de Walking Dead, los compañeros de
abajo se abalanzaban sobre los que iban bajando, para entre risas y gritos,
mojarles a base de bien.
Así, bien empapados, empezamos a hacer el retorno y en unos
20 minutos llegábamos a los coches, para dar por concluida la campaña de
barrancos de 2016.
Redacción: Roberto
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