Como viene siendo habitual en Pascua, el Tracalet organiza una de sus salidas más esperadas: travesías por Cantabria.
Ya desde enero, Marc pone en marcha la actividad reservando toda la planta superior del restaurante/albergue Coventosa, lugar de posada mítico del Valle de Asón en el que siempre coinciden los espeleólogos, desde los menos experimentados hasta los expedicionarios culpables del descubrimiento de los grandes sistemas subterráneos que horadan el karst cántabro. Margari, dueña del restaurante, nos ha tratado como a reyes, dándonos de comer a cualquier hora y ofreciéndonos todo lo que hemos podido necesitar.
Carlos Salsa es el encargado de organizar las actividades teniendo en cuenta la meteorología y poniendo sobre el tapete todas las opciones posibles en función de ella.
El miércoles por la tarde comienza el periplo. Carlos Salsa, Marc y Carlos Ibáñez en un coche, junto a Jordi, Chema y Sonia, en otro, se desplazan al Valle de Asón. A estos nos unimos el jueves Minerva y yo, Fèlix, junto a Javi y Sara, invitados de excepción.
Debido a la meteorología se descartan cavidades que pudieran ser sensibles a las crecidas.
Aún así el viaje empieza fuerte.
Travesía Torca Fría Cueva del Lobo. Doctorado en meandros dicta la reseña. Comprometida, larga, técnica, expuesta a ratos, pero por encima de todo, fría. Carlos Salsa a posteriori la describiría como extrema. Aproximación de dos horas cruzando canales nevadas.
Pozos con neveros perpetuos que generan un ambiente helador. Pasos estrechos. Perdedora a veces. Y meandros. Muchos y largos. Famosa esta travesía precisamente por sus largos meandros desfondados. Psicológicamente dura por tener que pasarlos en oposición teniendo el abismo ante tus pies. Menos mal que la protección del pasamanos ayuda templar los nervios.
Prueba superada. A las 22:30, después de diez horas y media bajo tierra dan el aviso de que están fuera. A cenar y a dormir porque al día siguiente seguimos.
Llega el desayuno y se decide ir a por Narizón Palomas. Travesía de iniciación a la que nos unimos los que llegamos el jueves. Jordi y Carlos Ibáñez deciden descansar.
Hasta Castro Urdiales nos desplazamos para enseguida dirigirnos Marc y yo a instalar la Torca de Las Palomas, pozo de salida. Ahí nos encontramos a dos vascos que ya la estaban acabando y nos informan de que las instalaciones están todas en perfecto estado y que hace mucho “calor” dentro. Enseguida nos unimos al resto que ya están cambiados, y en vertiginosa subida nos hallamos ante la boca de Narizón. Travesía bonita de verdad. Formaciones de todos los gustos y tamaños. Excéntricas impresionantes, banderas, columnas, coladas estalagmitas,…nos rodean en todo momento. Y el barro. Porque es de esas cavidades gustosas de arrastrarte.
Laminadores, ventanas, diaclasas y gateras son los pasos habituales para progresar por esta cavidad. Tres puntos mágicos de esta travesía: el río de Palomas y su sifón, el paso del macho cabrío y el pozo de conexión con Palomas, y la sala de la Joyería, está última un poco complicada de encontrar pero que merece la pena: las paredes parecen que estén forradas de miles y miles de cristales en forma de diamantes que brillan ante la luz de nuestros frontales.
A las 18 estamos todos fuera tomando una cerveza. Se puede querer mas?
En la cena se decide que para el sábado, se desdoblen las actividades: Tonyo Cayuela y Gándara. Casi nada.
Cuatro de nosotros nos vamos para la “Toño”, Minerva, Marc, Jordi y yo; Salsa, Chema, Sonia se van junto a Javi y Sara, que les hacen de Cicerones, en busca de la Cascada del Ángel.
Tonyo Cayuela. Qué decir…espectacular. Cualquier persona que sienta la llamada del subsuelo debería hacerla al menos una vez en la vida. Hacemos combinación de coches y en media horita de aproximación nos encontramos ante su estrecha boca. Rápidamente se suceden sus pozos, a cual más espectacular. Compromiso Máximo. Una vez que hemos recuperado cuerda sólo queda seguir bajando. Llueve. La cavidad está viva. Nos recibe con un constante goteo. Nos envuelve la oscuridad y el vacío.
El sonido del goteo nos arrulla. El pozo de 48 da paso rápidamente a la famosa diaclasa. Prevenidos ya, saca en corto, stop en baga corta y para abajo. El pulso a mil , la adrenalina inunda cada fibra de nuestro cuerpo. Ya está pasado.
Unos con más gracia que otros, pero todos contentos de haberla superado. Seguimos. Pozo de 55, de 33, de 30…no se acaba… Y por fin, llegamos al meandro de la borrasca que da paso al P20. La sala Olivier Guillaume: es como rapelar del Cielo. Indescriptible. ENORME. Salimos por Cayuela con topo en mano en un periquete. Nos la hacemos rápidamente sin problema admirando la majestuosidad de esta cueva. Las galerías son enormes, variopintas, repletas de espeleotemas. Es una catedral viviente. El pasamanos del desfonde de la galería de entrada nos espera después de haber recorrido el Boulevard, la encrucijada, la sala del patinazo y la sala del 10 de agosto entre otras.
Tras 20 minutos de barro y hierba llegamos al coche, deshacemos la combinación, y a buscar a los de La Gándara.
Habían salido con muchas ganas. Salsa la tenía en la recámara desde hacía mucho. Y 11 horas les han dado para visitarla con calma. Vienen emocionados. Sobre todo Carlos. Nuestro miembro espeleólogo con mayor experiencia, después de haberla visitado, de lo único que se arrepiente es de no haber ido antes. Las salas se concatenan. Pasos estrechos y laminadores dan paso a majestuosas salas y galerías. Y la cascada del Ángel. Sin palabras para muchos. Salsa me diría más tarde: no quiero explicarte nada, quiero que lo vivas y lo sientas.
Satisfechos todos, en la cena se dirime la actividad del domingo: Coventosa y Txomin IV.
De nuevo nos dividimos según apetencias y para agilizar las actividades.
Carlos Salsa, Marc, Carlos Ibáñez, Chema, Sonia, Javi y Sara se van en busca de la sala blanca de la xiomi como la renombra Marc, y Minerva, Jordi y yo, a por el buque insignia de la espeleología en España, La Coventosa.
La Txomin IV es uno de Los sopladores que tiene su origen en una antigua mina de plomo. Para acceder a ella hay que recorrer durante 10 minutos las galerías artificiales hasta encontrar el pozo de 235, superarlo mediante pasamanos, y adentrarse en un P110 con dos P20 por delante y por detrás.
Se plantea un problemilla: los spits de cabecera se mueven algunos. De de hecho, Marc saca uno con la mano. Chema, Salsa y Carlos ya están más abajo. Marc instala uno nuevo para reforzar la cabecera, y los que quedaban deciden esperar al resto en ese lugar. Montan su punto caliente y tan campantes pasan el rato entre anécdotas hasta que los que habían bajado vuelven para contar como el pozo se las trae para instalar. Campaniforme, te obliga a pendular constantemente para fraccionar.
La sala blanca es visitada rápidamente para no hacer esperar más a los demás. Son la 1:30 cuando llegan al albergue, y Margari, les prepara la cena. Un 10 para ella!
Coventosa. Si la “Toño” es obligatoria, Coventosa no lo es menos. La enormidad es su adjetivo. Por momentos parece que estés en otro mundo. No da la sensación de estar en el interior de la tierra. Simplemente es tan grande que parece que andes por la superficie de noche. Todo es grande. Los desfondamientos, los techos, las paredes, los espeleotemas. Te sientes enano.
Y bello. Allá donde mires te sobrecoges. Formas y volúmenes de un preciosismo inexplicable.
Hacemos la ruta hasta las marmitas. La galería del metro, la sala del declive, los gours, la playa…todo grande, bello, emocionante. Y de propina, la sala de los fantasmas.
A las 17:00 fuera ya. Y muy satisfechos nos vamos a por las cervecitas.
Dato curioso: la previsión de lluvia era alta para el domingo. Cuando salimos, la tarde estaba buena pero estaba todo encharcado y embarrado señal de que había caído con fuerza. En la playa es obligado vadear el curso de agua, cosa que hicimos tranquilamente a la ida con nuestras botas de agua. Pero 15 minutos más tarde, a la vuelta, al vadear por el mismo sitio, nos entró agua en las botas. Nos quedamos sorprendidos de lo sensible que puede ser esta cavidad a las lluvias…
Esto se acaba. Es lunes de Pascua. Desayunamos y emprendemos el viaje de vuelta con muy buen sabor de boca y con ganas de más.
Compañeros excepcionales para momentos especiales.
Félix
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