Y por ello, además de por el compromiso contraído con la federación de hacer mediciones de las diferentes cavidades del territorio, el domingo nueve de junio nos desplazamos hasta el municipio de Quatretonda, lugar de inicio del acceso a esta sima. Allí nos reunimos Minerva y yo (Félix) con Javi y Sara, desde donde tras almorzar agarramos el camino de acceso. Éste discurre por pistas en buen estado que a través de bancales y casetas en cuestión de 15 minutos nos deja en el parking.
Nos pertrechamos y organizamos el material para acometer el descenso, e iniciamos la aproximación de 5 minutos en suave pendiente.
Protegida por una reja, su boca, amplia, ya nos deja hacernos una idea de lo que hay más abajo.
Decidimos que me encargue de la instalación, así que comienzo el descenso con Javi. Pasamanos para salir a la vertical, que de manera súbita nos deja con 100 metros de caída libre a nuestras espaldas.
Equipada con anclaje químicos que buscan el descenso más cómodo a la par que los paños de roca más fiables, es sencilla de montar, si bien es preciso ir haciendo alargues de vez en cuando y tener en cuenta la orientación del mosquetón una vez que coja peso, ya que las argollas de los tensores son traicioneras.
Poco a poco descendemos hasta encontrarnos en una repisa que obliga montar pasamanos para bajar los últimos veinte metros del primer pozo.
En forma de campana, a menos cien, el avenc se torna espectacular. De proporciones gigantescas, el volumen es enorme. La luz penetra de manera exigua hasta este nivel, dando un ambiente mágico al lugar.
Continuamos montando un largo pasamanos de acceso hasta el segundo pozo. Hay que rodear un gran bloque para acceder a él ya que el acceso directo nos deja en una peligrosa zona de piedras.
Con tres fraccionamientos, él último de treinta metros, estamos en el suelo, desde donde ya caminando por un cono de derrubios, llegamos a la famosa garrafa concreccionada. Bajando un poco más, tocamos su cota inferior donde realizamos la medición de CO2.
Y nada, a salir. Javi desmonta. Yo le apoyo con el peso del material. Poco a poco vamos deshaciendo el camino que, con el peso, se hace algo pesada.
Terminada la jornada deportiva, montamos mesa y nos dedicamos a hacer comida/merienda comentando los momentos del día y, como siempre, tramando nuevos planes.
Como siempre, gran día!
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